“Sin empresas éticas no hay una buena sociedad” señalaba en el año 2013 la española Adela Cortina, y uno podría parafrasear esta afirmación tanto para el Estado como para las Organizaciones de la Sociedad Civil que están al servicio de la comunidad. Los hechos que hemos provocado en Chile en el último tiempo son una buena razón para que nos ‘ocupemos’ activamente de nuestra manera de proceder en los negocios, en la función pública y en el servicio a la comunidad, no basta con tener al intención de ser justo y hacer el bien sino que hay que ir más allá y poner todas las herramientas, la voluntad y la inteligencia para que las acciones cumplan con la justicia esperada y para que ‘el bien se haga bien’ (Papa Juan XXIII).
Hace unas semanas terminamos el trabajo en el ‘Consejo Asesor Presidencial Contra los Conflictos de Interés, el Tráfico de Influencias y la Corrupción’ haciendo entrega a la Presidenta de la República de más de dos centenares de propuestas que sin lugar a dudas nos harían un mejor país en todos los ámbitos (www.consejoanticorrupcion.cl). En su discurso de entrega del Informe, el presidente del Consejo Eduardo Engel señaló que “las democracias que funcionan bien tienen varias características en común. Cuentan con partidos políticos fuertes, enraizados en la sociedad y con una activa democracia interna; establecen procesos justos y transparentes para elegir y fiscalizar a las autoridades; tienen gobiernos con la capacidad de formular y gestionar de manera eficaz políticas en beneficio del bien común y logran separar nítidamente los intereses privados. Es por eso que los ciudadanos confían en sus instituciones. Los mercados desarrollados también tienen características comunes. Las empresas compiten, innovan y crean valor, ajustándose a estándares éticos rigurosos y exigentes. Las instituciones fiscalizadoras son ágiles para perseguir conductas que atentan contra la confianza en el mercado, como el uso de información privilegiada y el tráfico de influencias.”
El llevar adelante estas tareas nos involucra a todos, ¿alguien se restaría de construir un país más honesto, transparente, confiable, desarrollado y respetuoso? ¿alguno de quienes habitamos Chile desearíamos verlo en unos años más con altos grados de corrupción, inseguridad, malestar social, temor y desconfianza? Lo que comencemos a hacer hoy entorno a esto tendrá grandes efectos en el mediano y largo plazo en nuestra convivencia nacional, impactará positivamente el servicio público dentro del Estado, mejorará el clima y los deseos de hacer negocios (lo que impulsa la creatividad y la innovación), y se movilizarán cada día más personas para trabajar desde las organizaciones voluntarias al servicio de los demás por una sociedad más solidaria, estableciendo vínculos de atención y cuidado mutuo.
De los cinco capítulos de propuestas del Informe me gustaría mencionar sólo el quinto brevemente, creo que nos servirá para avanzar en el ámbito más complejo: lo que debemos avanzar nosotros mismos en la construcción de una sociedad más humana, esa que aspiramos, soñamos y para la cual trabajamos, la que ambicionamos para nuestros hijos y para todos los chilenos, recordemos lo que señalaba Albert Einstein: “el mundo no está amenazado por las malas personas sino por aquellos que permiten la maldad”. En efecto nos referimos en esa sección a la ‘integridad, la ética y derechos ciudadanos’ y señalamos al inicio que: “Prevenir y disminuir la incidencia de actos de corrupción y de faltas a la probidad requiere un sistema educacional que forme en valores cívicos de respeto a la convivencia y fomento del bienestar común (…) Se requiere además fortalecer la defensa y respeto de los derechos humanos de todas y todos (…) avanzar en una cultura de la prevención requiere un esfuerzo de todas las instituciones y sectores de la sociedad para fortalecer los sistemas de integridad: todos los poderes del Estado y sus respectivas instituciones, partidos y movimientos políticos, organismos no gubernamentales y la sociedad civil, gremios, sindicatos y colegios profesionales, medios de comunicación, el sistema escolar, las familias y ciudadanos y ciudadanas de nuestra nación. Establecer códigos de conducta, reglas y procedimientos que definan principios y valores es el desafío más general que enfrentamos como país”.
Lo que está en juego somos nosotros mismos, la diaria convivencia nacional, los valores y las futuras generaciones, aquí no hay espacios para la ‘pillería chilensis’ (como decía Thomas Carlyle: “sé un hombre honesto y habrá en el mundo un pícaro menos”) y no podemos ser tan ingenuos al admirarla o aplaudirla. Busquemos mejor con osadía e integridad, con certidumbre y energía, el transparentar por medio de nuestro estilo de vida, decisiones y acciones, un respeto a cada ser humano, a las reglas de vida social y anteponer el bien común al individual, hoy es un buen tiempo para hacerlo y para ‘ocuparse’ de ello en la sociedad en su conjunto, sabemos que en este ámbito sólo pierde el que deja de luchar.
0 respuestas a “Ahora nos toca a todos ser parte de la solución”
Muy buen artículo, ojalá se difunda y sea leído por muchos chilenos. Felicitaciones al Sr. Benito Baranda.