“Se quema Chile” me dijo un amigo hace unos días desde la zona del incendio, él y muchos otros son parte de los voluntarios de Bomberos de Chile que no se han detenido en estas semanas, sumados a los mismos afectados, los brigadistas de Conaf, las FFAA, funcionarios municipales y de reparticiones regionales, voluntarios de organizaciones sociales, trabajadores y ejecutivos de empresas y tantos otros que no bajan las manos. Se han multiplicado también las campañas de apoyo, con mejor información que otras veces, con una gran labor de los medios de comunicación para que aquello que donemos efectivamente sea lo que se requiere. Una vecina muy joven daba un emocionado y agradecido testimonio en la radio relatando como sus vecinos los habían salvado e inclusive evitaron que se quemara su vivienda, así como ella miles más se ayudan mutuamente ante la desgracia y experimentan que la generosidad humana es inconmensurable.
En estos tiempos de angustia, destrucción y desesperanza nos volvemos a vincular con lo más íntimo del ser humano y re-descubrimos la necesidad de la cooperación, del colaborar unos con otros, del servir unos a otros. Martin Nowak en el conmovedor libro ‘Super cooperadores’ nos lo demuestra con contundencia, él concluye –desde la teoría de la evolución humana- que no basta con la mutación y diferenciación sino que el ‘gran arquitecto de la evolución humana es la cooperación’. Cuánto necesitamos de esa cooperación solidaria en nuestros hogares, en las calles de nuestras ciudades y pueblos, en los trabajos y escuelas, esa es la que nos trae conocimiento mutuo, confianza y crecimiento de verdad. En estos días la pedimos a gritos y la necesitamos.
Una manera en que la misma comunidad humana ha estimulado esta cooperación es por intermedio de la creación de organizaciones de la sociedad civil al servicio desinteresado de la comunidad, es en esos espacios donde se busca re-crear el interés por los demás. Estas organizaciones viven todo el año en emergencia, es decir convocando a la ciudadanía a no mirarse tanto a ella misma sino a poner los ojos en los otros, en aquellos que lo pasan más mal, los que están sufriendo, los que carecen de oportunidades, allí donde el Estado y el mercado tienen dificultades para llegar y/o actuar. Sin embargo existen barreras que el mismo Estado y el mercado ponen a la acción de estas organizaciones, barreras que en más de alguna ocasión se transforman en un abismo que acentúa las injusticias y exclusiones, superar no es una tarea sencilla ya que hay obstáculos legales, económicos, sociales, ideológicos y los más arraigados son sin lugar a dudas los culturales.
Al Estado le corresponde avanzar en derribar estos muros, en perder el temor a una sociedad civil organizada co-constructora de la justicia, activa y comprometida, promover su participación es la vía más segura para reestablecer una vida comunitaria acorde a la naturaleza humana, que respete su dignidad y colabore con su desarrollo. En Chile sabemos que queda mucho por avanzar y el Estado está en deuda, las jaulas ideológicas, los prejuicios fuertemente arraigados y una considerable lejanía de la realidad social y de sus complejidades, hace de varios de los actores del Estado unos adversarios a estas transformaciones. También el mercado tiene sus propias cadenas que cierran grandes oportunidades y avances profundos en la construcción de ciudadanía y superación de los grandes sufrimientos que impactan aun a miles de personas, desde la compresión de su compromiso como parte de su acción empresarial hasta el asumir causas que requieren esfuerzos de largo plazo y con altos beneficios humanos. Es posible tener un vínculo más virtuoso entre Estado, mercado y sociedad civil, teniendo como horizonte la dignidad de todos y todas.
Por último es la ciudadanía la llamada a movilizarnos desde nuestra propia transformación, no podemos exigir a otros lo que no hemos comenzado ya a realizar entre nosotros. Ser protagonistas más que espectadores de los acontecimientos y poder dar en conjunto con otros a éstos una dirección que afecte positivamente la vida de las personas, familias y comunidades. Como nos lo recuerda Gabriela Mistral ‘la humanidad es algo que todavía hay que humanizar’. Vale la pena hacerlo tanto por la memoria de quienes ya no están, por lo vivimos hoy y por las generaciones que vendrán, manos a la obra!