De rodillas ante el pueblo

LoretoLas organizaciones de la sociedad civil son la voz de muchos. Por eso sus peticiones debieran ser escuchadas. Son el mejor camino que tiene una sociedad desarrollada: Motor, emprendimiento, fiscalización y -lo más importante-  proveedoras de soluciones en casos en los cuales ni el Estado ni la empresa privada se hacen cargo.

Hoy estamos confundiendo las organizaciones de la sociedad civil con que la sociedad esté unida bajo el mismo asombro y enojo.

Las peticiones de cambio desde la sociedad han existido siempre. Se llaman levantamientos, revoluciones, alboroto o marchas. Es sabroso ver caer a esos poderosos a quienes no les gusta que los contradigan y que -por no dar su brazo a torcer- terminan de rodillas. Pero las peticiones de las masas finalmente se vuelven confusas en cuanto a los propósitos. Y sus ganancias, difíciles de medir.

Por eso la sociedad inteligente se agrupa por intereses comunes y nacen las organizaciones de la sociedad civil. Las OSC son la voz de grupos afines. No importa si se llaman asociaciones, organizaciones, ONG, fundaciones o corporaciones  y agrupan tanto a débiles como a poderosos a la hora de buscar representación.

¿Qué hubiera sucedido si los partidos políticos hubiesen escuchado a Chile Transparente, cuando les pedía transparentar los recursos de campañas? ¿Qué hubiera sucedido en Freirina si hubiesen escuchado a la comunidad acusando intoxicación ambiental?

Las OSC levantan información, crean redes, ofrecen conocimiento en áreas específicas de su quehacer, tienen calle. Cuando estas Asociaciones logran participación ciudadana, se vuelven naturalmente fiscalizadoras y si Estado y empresarios las escucharan más, se evitarían muchos tropiezos.

Estas iniciativas sociales abarcan todos los ámbitos de participación ciudadana, especialmente las actividades humanitarias, entre otras, cuidar de los más vulnerables y asistir en catástrofes. La fuerza de estas iniciativas, lo que las mantiene fuertes, es saber que son una solución en alguna parte donde sólo ellas responden.

Y lo que más llama la atención es que por ser organizaciones sin ánimo de lucro dependen de las leyes de donación actuales: malas y deficientes. Desde hace diez años las fundaciones están pidiendo una ley de donaciones única, eficaz, que permita el fluir entre los donantes y los beneficiados.

Si el Congreso va a estudiar nuevos mecanismos para financiar las organizaciones políticas, ¿Sería mucho pedir que abordaran el excelente proyecto, ya trabajado y consensuado, de Ley Única de Donaciones que está en el Congreso hace un año?

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