Educación escolar pública y de calidad*

sala de clases¿Quién podría dudar de que una educación escolar, pública y gratuita, engrandece a un país y que el Estado cumple un rol insustituible de garantizar este derecho para el futuro desarrollo de los ciudadanos?

El desafío está en abordar la calidad de la educación, si no, nos estamos engañando y caminando hacia un nuevo fracaso, igual al que hemos experimentado durante los últimos 23 años. Hemos logrado una buena cobertura, pero sin calidad no avanzaremos en la, tan necesaria, creación de igualdad de oportunidades.

Las lápidas

Desde la vuelta a la democracia —luego de la municipalización de las escuelas— hemos necesitado definir qué rol cumple el Estado en la educación que se imparte y preguntarnos por qué el sistema particular subvencionado —que comenzó con un tímido 10 %— ha llegado a más del 55%, en desmedro de la educación municipal que hoy representa el 36%.

Existen varios factores a considerar y que han sido implementados por los distintos gobiernos desde hace tres décadas. La primera lápida a la educación pública fue el traspaso de las escuelas a las municipalidades, sin los recursos suficientes y la capacidad instalada para su funcionamiento.

Luego vino una lápida del porte de una catedral: el estatuto docente implementado durante el ministerio de Ricardo Lagos, que contó con la venia del poder legislativo. Esto produjo la disparidad de la relación laboral de los profesores del sistema municipal con el particular subvencionado. En el sistema municipal se llegó a un inmovilismo total, sin ninguna relación con el trabajo desempeñado y con el beneplácito del Colegio de Profesores, gremio que, durante años, impidió la evaluación docente con un triste resultado: muchos buenos profesores emigraron al sistema subvencionado.

Agreguemos a esto que el Ministerio de Educación implementó proyectos de mejoras en escuelas con malos resultados. Ello fue un fracaso por su mal diseño y gestión, y llevó a que los alumnos emigrarán a los colegios de financiamiento mixto que ofrecían programas atractivos —muchas veces sostenidos más en el marketing que en la calidad— pero que competían con un sistema municipal deprimido, empobrecido y sin resultados alentadores.

El cambio de la LOCE a la LGE ha corregido algunos de los problemas estructurales a través de la creación de una Superintendencia y una Agencia de Calidad. La malsana práctica del Mineduc de transformarse en juez y parte de las políticas implementadas han motivado algunos de los problemas de calidad que hoy enfrentamos. Para muestra un botón: los resultados de la Prueba SIMCE nos indican que el 46 %  de los estudiantes de cuarto básico no tienen el nivel de lectura adecuado para avanzar con éxito en los siguientes años de escolaridad.

 

(Foto Archivo "La Segunda")
(Foto Archivo «La Segunda»)

Reingeniería al Mineduc

Un asunto indispensable por abordar como la reingeniería total del Mineduc (lo cual comprobé durante los 18 meses en que me desempeñé como jefa de la División de Educación General durante este gobierno). Su única e ineludible función en el futuro debe ser mejorar la calidad de la educación pública.

Mi propuesta es que esta reforma debe comenzar con una articulación real entre la Unidad de Currículum y Evaluación, la División de Educación General y el Centro de Perfeccionamiento Docente, a través de un programa de largo plazo, consensuado entre especialistas, educadores con experiencia, políticos y escuelas de pedagogía para definir los pilares estratégicos del futuro educacional del país.

Estos pilares —diseñados sin ideologías ni tiempos electorales—  serían resguardados por consejeros independientes. Ellos entregarían directrices a cada región para buscarían la mejor manera de organizarse e implementar programas pedagógicos acordes a su realidad. No es posible que desde Alameda 1371 se diseñe y ordenen los un proyecto educativo único para todas las localidades, y no considerar las múltiples soluciones requeridas por disímiles contextos sociales y geográficos.

Una propuesta de educación pública, gratuita y de calidad para un próximo gobierno no requiere de cambios drásticos como terminar con el sistema particular subvencionado. Existen herramientas de control efectivo de las ganancias: la constitución de sociedades en fundaciones o corporaciones sin fines de lucro y haciendo valer el giro único del sostenedor.

El real problema no es la dependencia de la escuela, sino la calidad del servicio que se entrega. Si la educación pública logra altos estándares serán los padres los primeros en emigrar de un sistema a otro… buscando, como siempre, lo mejor para sus hijos.  

(*Artículo de opinión publicado el 30 de septiembre en «El Mercurio).

0 respuestas a “Educación escolar pública y de calidad*”

  1. Hay otro punto al que nadie hace mención y es que en muy pocos colegios aprovechan las nuevas tecnologías para incentivar a los chiquillos a poner atención a las clases. Estamos en el Siglo XXI pero se sigue impartiendo clases a la usanza del Siglo XIX Un profesor al frente del aula escribiendo en el pizarrón los conceptos que debe transmitir y los chiquillos (los menos) escuchando. En el momento que empiecen a utilizar las Tablet, computadoras, pizarras interactivas instrumentos tecnológicos para el aula (microscopios digitales, bancos digitales de experimentación), etc. van a cambiar los resultados de los test de comprobación de resultados. (No es una falacia en los colegios municipales de muchas provincias he constatado que tienen los dispositivos pero los profesores sobre todo los mayores no saben o no quieren aprovecharlos.
    Entonces como pretenden que a las nuevas generaciones que nacen con el «Chip» de la tecnología y lo trae en su ADN les presten atención a sus ABURRIDAS CLASES y que los chiquillos escriban a mano en un cuaderno. Así Nunca va a mejorar la educación

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