«Ganarse» el poder

Por lo general el poder, el dinero y la influencia –todos juntos o de manera separada- cuando se tienen de manera «abundante» y por «tiempo prolongado» terminan corrompiéndonos. En efecto nos agregan cotidianamente «pequeños vicios» que con el tiempo nos llevan a tomar decisiones que afectan a otros a espaldas de ellos y sin su participación (por ejemplo en la familia, el trabajo, la política y a Iglesia), nos hacen buscar los «arreglos» para anular las oposiciones «internas», nos llevan inclusive a «sobornar» (de manera material y también afectiva-social), algunos arman «pequeñas cortes» que los adulan y los hacen «ciegos» a la cambiante realidad, otros se encierran progresivamente en sus oficinas y/o casas dejando también de ver el mundo, y todos ellos –como lo ha demostrado con creces la historia- terminan por destruir los proyectos de vida en todos los ámbitos ya que se transforman en totalitarios, barren con la dignidad humana y construyen con este cúmulo de comportamientos la «corrupción mayor» que envenena la convivencia social, política y eclesial.

Por lo general los autoritarios dejan de ver y escuchar (o ven y escuchan lo que ellos quieren) y como consecuencia dejan de aprender ya que son «autosuficientes».

La experiencia me ha enseñado que no podemos escapar del todo a esta realidad en las instituciones del Estado, en los partidos políticos, en las iglesias, en las familias y en las organizaciones de la sociedad civil. Sin embargo he comprobado también que hay algunas vías que permiten aminorar los efectos de esta «presión totalitaria» y me gustaría compartir dos que las encuentro atingentes a lo que vivimos en Chile hoy, estas son: la participación y el servicio.

La primera nos demuestra que a medida que más personas se involucran logramos controlar de manera más efectiva la tentación del «poder absoluto», de la ‘ambición desordenada’ o del uso ‘abusivo de las influencias’, para ello hay que convocar e invitar, dejar espacios de diálogo y provocar conversaciones importantes, no tener temor a que las personas hablen y decidan. A su vez es clave mantener una relación horizontal en la familia, el trabajo, el partido,..etc. sin ostentar cargos ni títulos, sin ejercer poder a partir de la posición social y/o de los apellidos, simplemente involucrarse como los demás y aprender.

La segunda, que es el servicio, resulta un poco más compleja ya que significa «interesarnos efectivamente por lo que le sucede a los demás» (lo que el Padre Hurtado sj llamaba «sentido social»), comportarnos de manera justa y comprometernos para modificar las condiciones abusivas e indignas. Trabajar por la justicia no «luce» mucho e implica harto ya que nos exige coherencia de vida y perseverancia. Gabriela Mistral decía ‘que el servir no es tarea de ser inferiores’ y el Padre Hurtado agregababa que ‘el que se da crece’.

Para Chile, en todos los ámbitos de la vida social, sería bueno que quienes tenemos poder, dinero o influencia (las tres o una de ellas) lo usáramos a lo menos por estas dos vías: incentivando una alta participación de las personas y promoviendo con el ejemplo que estamos aquí para servir a los demás y no para servirnos de ellos buscando nuestro propio interés. En particular para quienes trabajamos en organizaciones de la sociedad civil que se originan y tienen como misión las acciones de solidaridad, allí también se pueden incubar maneras perversas de ejercer el poder ignorando la participación y el servicio, apropiándose de las organizaciones y de las personas para las cuales han sido creadas.

Estemos alertas y ayudémonos mutuamente para hacer del ejercicio del poder, la necesaria influencia y de la generación de riqueza, un beneficio para todos y todas realizando un «sincero esfuerzo de colaboración social» (Padre Hurtado).

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  1. La columna de don Benito me ha hecho reflexionar, tal vez comienzo de manera negativa este comentario diciendo: qué difícil es compartir, cuando hoy no somos capaces de ceder un asiento en el metro, de saludar al subir a un ascensor, de dar gracias o cada día nos interesa menos saber quien vive al lado de nuestro hogar, sensaciones de temor han hecho que nos escondamos cada vez más y dudemos de las intenciones del otro, soy funcionario público con la gran convicción que desde mi trabajo puedo aportar a mi país y esto se sostiene en el fundamento que cada día trato de compartir y poner al servicio de mucha gente que tal vez nunca conoceré, lo aprendido en mis años de estudios universitarios y fundamentalmente los principios entregados por mis padres. Es altamente relevante reflexionar y habilitar los espacios para participar, buscando enfocar las políticas sociales, económicas, culturales, etc. para la ciudadanía y como facilitar las condiciones para la participación, si efectivamente ese es el real poder “llegar a todas y todos” sin mirar condición alguna, la misión es entregar posibilidades a través de proyectos, planes, programas, etc. que sean capaces de recoger de la mejora manera lo que hoy se encuentra tan cerca y tan lejos a la vez, la opinión de todos los chilenos y en especial de quienes más lo necesitan.

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