De manera inesperada y fantástica me topé en Turquía, con la Basílica de San Nicolás de Myra. Lugar de peregrinaje para rusos y griegos, el sitio es atracción turística porque se promociona como la tumba y el museo del Viejo Pascuero.
La historia es simple: San Nicolás fue el patrono de los niños, y sostuvo su acción religiosa en el regalo a los más desposeídos y enfermos en el siglo IV. Fue más afortunado en vida que en la muerte, ya que sus restos se los disputan tres ciudades: Venecia, Myra y Bari, donde aseguran que San Nicolás reposa en su Basílica gracias a que un grupo de cristianos los trasladó cuando cayó Constantinopla bajo el dominio de los otomanos.
Su imagen y su leyenda creció con los años, proteger a los niños desvalidos fue su gran enseñanza y los obsequios para Navidad en su nombre se convirtieron en una costumbre, hasta que en algún momento la literatura lo convirtió en Santa Claus y luego la Coca Cola lo vistió de rojo y blanco para transformarlo en el Viejo Pascuero.
Para los tipos descreídos como yo, que no comulgamos ni con santos ni con imágenes publicitarias, el espíritu de Nicolás, el hijo de comerciantes ricos en Antalia que decide dedicar su vida a los niños pobres sigue teniendo un solo significado: es más importante regalar que ser regalado, sobre todo cuando aquellos que reciben tienen una vida de carencias y privaciones.
En la tumba de San Nicolás no está ni el santo ni el Viejo Pascuero, pero en la pequeña basílica donde lloran tantas devotas peregrinas hay una lección que se renueva cada día: el verdadero regalo es poder regalar.
0 respuestas a “La Tumba del Viejo Pascuero”
el rojo del San Nicolas es anteriior al «invento» que Ud. menciona