Rompiendo la parálisis que nos enseña a ser discapacitados

La discapacidad y la inclusión son conceptos que hace un tiempo han comenzado a ganar un espacio en la sociedad. Con una pseudo apertura a temas de diversidad, el gobierno anterior y el actual han construido un discurso acerca de esta temática que evidentemente convoca, pero que no se transformará en algo real mientras esa apertura a lo distinto, a todo aquello que se salga de nuestros parámetros, parta por casa.

Como sociedad hemos sido hijos de preceptos conservadores que han determinado nuestra conducta. El miedo ha sido la forma mediante la cual nos han enseñado a relacionarnos, teniendo como consecuencia la segregación, donde los guetos económicos, sociales y religiosos han marcado la pauta de un actuar y si nos salimos de ese parámetro corremos el riesgo de ser ferozmente enjuiciados.

Llegó el momento de asumir posturas activas, de romper ese miedo absurdo al que dirán, es el tiempo que ese 12, 9% de personas que vivimos en situación de discapacidad (cifras oficiales de 2004) también seamos un aporte a renovar el discurso con visión paternalista y asistencialista, que provoca que se construya un consciente colectivo castrador respecto a las capacidades que puedan emerger de una persona en esta situación.

Hay que romper la parálisis que nos enseña a ser discapacitados por miedo y prejuicios. El milagro de ponerse de pie es posible, pero solo ante ojos capaces de entender que la dignidad y capacidad de alguien está erguida en la validación de otro e independiente de su condición.

La sociedad, en un actuar inconsciente educada en parámetros de validación como peso, altura, raza, clase social, etc., inocula incapacidad en las personas que nos hemos salido del estándar de “normalidad”. Por esta razón es nuestro deber como persona en situación de discapacidad (PsD), desde un ánimo constructivo, demostrar ganas y capacidad de ser aporte, que los familiares y cercanos de PsD ayuden a crear y exigir, que el gobierno de turno dé garantías de acceso exactamente a la misma oferta que puede acceder cualquier ciudadano que no está en situación de discapacidad, para así llevarlo a una política de Estado garante de derechos. Esto también guiará a que los privados abran su mecánica de funcionamiento empresarial a la diversidad.

De esta manera es la forma en que construiremos un mejor país, reconociendo el aporte de cada uno de los actores de este juego social que siempre tiene como receptor último a la personas; no nos quedemos en un discurso y vamos a las acciones que las nuevas generaciones lo están haciendo, por eso es necesario que hoy lo hagamos todos.

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