Un país transformado

Han sido siete meses complejos: entre estallido social y coronavirus gran parte del país ha tenido que paralizar sus operaciones. La educación, por supuesto, que no ha sido la excepción.

Hoy mas de 3,5 millones de estudiantes se encuentran en sus casas intentado pasar materias y obtener aprendizajes. Profesores, directivos y apoderados han tenido que utilizar su creatividad y funcionar como frente unido para “no perder el año”, el mayor temor y ansiedad de quienes trabajamos en educación. Y al cierre de la noticia, se nos abrió un nuevo debate con la vuelta a clases.

Conscientes de que las circunstancias son extraordinarias, no podemos esperar obtener desde el hogar la misma enseñanza que se obtiene en una sala de clases. Estamos en un momento histórico en que tal vez los mayores aprendizajes que se lleven los alumnos sean los actos de solidaridad, el valor de compartir un pedazo de pan, observar en sus padres la angustia que provoca quedarse sin trabajo, la desigualdad de cómo afrontan unos y otros la pandemia.

Lo vivido, visto y oído, lo sufrido y temido, nos obliga a asumir la hermosa tarea de construir una NORMALIDAD con mayúscula. Construir un país transformado, que renace y resurge, donde exista el respeto, la anhelada dignidad, el cuidado de la naturaleza, la capacidad de escuchar y ceder, de alegrarnos y aplaudir los éxitos de los demás, de ponernos en lugar de los otros y que las oportunidades sean para todos. Todo aquello por lo que luchamos día a día los chilenos, que se vio masivamente en las calles después del 18 de octubre y se ve en las desigualdades de la pandemia: nos afecta a todos por igual, pero en la cotidianeidad la vivimos distinto.

Esta pausa obligada es una oportunidad única para reflexionar lo que estamos viviendo, para escuchar el clamor de Chile y proyectar una nueva senda para nuestra Patria.

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